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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

PUESTA AL DÍA


Carta a los padres ausentes

Padres míos: aquí no cambia nada, más que la luz del mar, la noche, el clima, el cielo o el mes o la semana. Está un poco peor que cuando os marchasteis, por mucho que nos digan que vamos hacia arriba, levantando cabeza, subiendo en estadísticas, superando barreras. Es todo una patraña. Es todo una mentira disfrazada de azúcar como cuando a los niños los complacen y arrullan con un cuento de hadas. Es una argucia, todo. Porque nadie está a gusto con cómo nos dirigen. Nadie está satisfecho ni de su día a día ni de su porvenir ni de cuanto le timan con impuestos, recibos, diezmos y otras metáforas. Nadie encuentra salida a los muchos problemas que invaden cada hogar ni a las muchas angustias con las que dan de frente tan pronto se despiertan, nada más se levantan.

Aquí no cambia nada. Siguen las calles llenas de indigentes que piden para un pan, una sopa. Y por cualquier esquina suplicantes que escriben su penuria en cartones o en un trozo de sábana. Siguen durmiendo cientos de miles de personas en cajeros y en parques sin más abrigo encima que el rocío que baja a lavar las mañanas. Siguen los niños huérfanos apilados en centros y los que los desean impedidos por trámites y lucro y burocracias. Y sigue habiendo hambre, cuando afirman que somos más ricos cada año. Y sigue la miseria produciendo patronos. Y siguen los conflictos. Y siguen las matanzas.

No hay más que desazón en muchos corazones, desahucios y embargos, opresión y amargura, negativas y alarmas. No hay más que poderosos que se apropian del bien ajeno y limpio. No hay más que iniquidad por parte de los que, igual que hacen la ley, manipulan la trampa. Y despidos y quiebras, falaces reajustes, balances trastocados. Y cada vez más jóvenes se van a otros países a infravalorarse. Y cada vez más débiles recalan en las playas.

Aquí no cambió nada. Continúa el obrero escalando el andamio. Y los desatendidos persistiendo en su lucha. Y los abusadores engrosando su saca. Permanece el enfermo en su lista de espera. Y algunos inocentes en la celda que ocupan en nombre de los tantos que nos hunden y estafan. Es todo lo que existe, tal como lo dejasteis. Tan solo brota, ahora, prematuro, el saúco. Y las tardes ya empiezan a oler a primavera; y aunque llueva y la nieve persevere en las cumbres, son un poco más largas.

© Aurelio González Ovies

(La Nueva España, 20-02-2015)

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