Cuánta humildad ha visto mi corteza, cuánta sombra ha prestado esta espesa techumbre. Siglos y largos siglos protegiendo estos campos de escanda y escasez, de cariño abundante, de ganado y aldeas. Años y muchos años ofreciendo cobijo a los que conocieron el hambre y el esfuerzo, la sencillez y el luto, los padres de los padres, los hijos de esta tierra.
Desde aquí se dominan la sierra de la vida y las hermosas cumbres de la naturaleza.
Soy guardián y soy faro de las blancas ermitas que coronan estos parajes de hayas castaños, aire puro y camperas. Soy sur del norte, raigambre de Bermiego, enseña de Quirós, identidad y fuerza. Y en estas ramas sangra todavía la sangre del pasado, el dolor de los nuestros, su arresto y su bravura, su raza y su nobleza.
Cuánta historia grabada en este tenaz tronco que hace aún homenaje a las grietas profundas de estos pueblos, a los rostros cuarteados del paisaje y sus valles de labriegos y abuelas.
Cuánta memoria viva en el corazón ancho de esta viva madera.