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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

DESDE EL TREN


Gladiolos en las huertas y un rosal y unas dalias junto a los crisantemos. Perejil y unas berzas. Ceniza que alguien tira asiduamente. Una hilera de ajos y unas plantas recientes de pimientos. Una portilla hecha con maderas distintas. Una guadaña rota encima de un tejado. El chamizo de tablas y unos plásticos negros. Un ciruelo cargado con las cañas parradas. Un cuadro de cebollas y riegos de patatas. Un trozo de manguera, un candelabro. Varas por las que esguilan los ágiles arvejos. Una hoguera que expira. Las lechugas primeras con su verde jugoso. Unas mondas de frutas y una valla de estacas. Un bidón despintado y una jarra muy vieja. Un roto espantapájaros con gabán y sombrero.

La choza que algún día construyeron los chicos entre la luz de mayo de este pueblo. El río y sus remansos. El arenal finísimo que se forma en un ángulo. Dos latas de conservas lanzadas a la vía. El pescador secreto a la sombra de un fresno. La poza donde juegan y chapuzan chavales. Los trapos y cartones de la última riada; papeles enganchados de troncos y de setos. Las ramas detenidas por los cantos más grandes. La pandilla que abre el mantel sobre el prado. El padre de familia que carga con el cesto. La corriente que huye como un deseo urgente. Un niño entre la hierba saltando con su perro. La casa que se siente cerrada para siempre. El hórreo que ha perdido las tejas y el aspecto.

El cartel que pregona la primer romería. La marquesina sola del solo apeadero. El póster de una orquesta que viene de Santiago. Una nota que informa de que se venden fincas. Un anuncio que pone que ‘se arrienda un terreno’. Una anciana de luto, con hoz, que limpia surcos. Un paredón cubierto de hiedra y corrihuela. Unos mulos muy jóvenes que se asustan del tren. Un colchón y unos sacos y ladrillos y escombros y un caldero. Una parada siempre donde jamás hay nadie. Una fuente. Un pajar. Un poste. Un gallinero.

Un campanario tímido entre los altos árboles. Una paz de domingo que se huele a lo lejos. Un grupo de mujeres que caminan a misa. Una ventana abierta donde enfrían los flanes. El tufillo a cantina al abrirse las puertas. El túnel que hace años me daba tanto miedo. Las ovejas que pacen en su alfombra de césped. La pérgola de antiguas verbenas y amoríos. La plazuela con sombra donde cosen la tarde y rezan el rosario. La ‘caleya’ cerrada que llevaba a la escuela. El camino tedioso que va hasta el cementerio.

(La Nueva España, 04-05-2016)

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