Si con mi voz me fuera posible quedar siempre bajo esta tarde hermosa: unos muros de cal, cuatro banquetas, dos rosales que trepan pared arriba, un tablón apoyado en muelas de molino; y mujeres que bordan hablando de la vida, discutiendo y riendo, confesándose angustias, recordando aventuras. Y paisanos que juegan al tute o a la brisca y discuten y gritan y se acusan de trampa. Y hay algarabía de pájaros y grillos. Si pudiera mi voz apartarme por siempre del dolor y la ausencia. ¿O acaso es parte de ella lo que añoro y me hiere, lo que me araña y sufro, lo que dudo y persigo?
Si mi voz consiguiera parecerse a la sed y adentrarse en las zonas que más la reclamaran y de pronto estallar y hacerse río. O entrelazarse un día con las bridas del viento y dirigir su rumbo y soltar libertad desde la inmensa altura sobre todas las tierras subyugadas y solas. Y abrir caminos. O esparcir ese brillo que abril deja en los campos o mayo disemina entre las amapolas. Penetrar en el pan, en las entrañas mismas de la harina, en la justicia propia de la espiga y el trigo.
Si mi voz, y no yo, consiguiera aclarar un matiz solamente de la lóbrega sombra. Iluminar la senda de todos los que avanzan, a escondidas, de noche, huyendo de sí mismos. O escapando, con miedo, del soberano cruel que le arrebata el fruto de su tierra y sus árboles y el del vientre querido de su mujer hermosa, el del futuro firme de sus hijos. Si mi voz traspasara las cancelas del hambre o las púas del odio o las garras del miedo que acobarda y comercia con la sanción precisa, la lealtad del juez, la verdad del testigo.
La poesía, esa luz hermosísima que derrama horizonte en cualquier cerrazón, que despliega certeza como una afirmación y conoce las rutas de los cinco sentidos. Si pudieran sus rayos atemperar los mapas, exterminar la bruma, secar la longitud de esta dura mentira en la que nos envuelven, desterrar tanto frío. Si pudiéramos, si fuéramos capaces, ella con su finura y su humana concordia, con sus inamovibles estados de conciencia, con sus armas de sílabas y elevados sonidos. Yo, con mi escaso tiempo y rústicos aperos: mi pasión, mis creencias, mis manos y mi empuje, mis versos y mi suerte, este azar escasísimo de percibirme vivo.
(La Nueva España, 12-06-2017)