Queridos Reyes Magos: a pesar de que un día no dije la verdad y me inventé un dolor de barriga muy fuerte para no ir al colegio, a pesar de que a veces le pegamos los chicles debajo de la mesa al compañero nuevo y también levantamos las faldas a la Vírgen por saber si llevaba algo debajo. Y pintamos bigote con el rotulador a un retrato de un manual que no era nuestro. A pesar de que eché mercromina en las piernas para asustar a Reme y tiré la mitad del bocadillo al Tobi, a pesar de todo eso, yo creo que fui bueno.
Pienso que no fui malo, Reyes Magos de Oriente. Lo prometo. Aunque no siempre hago lo que mandan en casa y protesto a menudo por no querer hacerlo. Y robamos tres huevos de un nido de canarios y lanzamos dos piedras a una cristalera del viejo economato y forzamos la puerta con un madero. Y cogimos el cobre que le sobró al que arregla los postes de la luz. Y echamos a correr sacándole la lengua y quitamos el trapo que corcha el lavadero. Aunque esas y más cosas, también fui un poco bueno.
Qué importa que anteayer manchara las perneras con la grasa de la bici, o que me rompan las botas por frenar con la puntera para no gastar el freno; o que se me cierre el buche si toca comer lentejas. Son faltas que apenas cuentan. Son pecados muy pequeños. Qué más da que me negara a poner las inyecciones, y gritara y pataleara, si, al final, me las pusieron. O que cuando sobra mucha calderilla de la compra que me encargan, me quede con algún céntimo.
Reyes Magos, no todo fueron maldades, también fui obediente. En serio. Cambié ruedas con mi padre, sostuve las herramientas, hice cuentas y deberes y aprendí verbos y versos. Estudié ríos y montes, no mordí tizas ni gomas, y escribí doscientas veces las palabras del dictado que, o por h o por b, no estaban tan bien escritas como pedía el maestro. Así que, por favor, pido, que entre tantas obras buenas, no os fijéis en lo feo. Y me traigáis el estuche con dos filas de pinturas y tajalápices doble y escuadra, compás y lupa, y la excavadora azul y el helicóptero blanco de Cruz Roja y la corneta, el camión de los bomberos…
(La Nueva España, 4-01-2018)