Respeto, paz y afecto por encima del tiempo y sus enigmas. Por encima de mapas, concilios, convenciones y provecho y alianzas. Paz, la paz que merecemos como seres humanos, que no entiende de códigos ni riquezas ni préstamos ni trucos ni intereses ni trueques ni finanzas. La paz grande y sencilla, generosa y salubre que merecemos todos aquellos que habitamos sobre esta tierra, hoy. La paz que nos quitaron cuando, cuentan, andábamos por aquel paraíso de cielo azul y arbustos e inocentes manzanas.
Paz simple como el nombre de una paz que no exige más que tres simples letras para guardar la paz más necesaria. La paz con la que duermen los pequeños que aún no conocen la vida muy por dentro ni saben del dolor inventado por otros semejantes. La paz del que se siente satisfecho con pan, familia y agua. La paz universal, la que jamás se ajusta a señoríos ni adeptos ni a tamaños ni razas. La paz imprescindible, la que alumbra en las velas y se escucha en la noche y en las manos limpísimas que tan solo se usan para empuñar la voz y cosechar la luz y acariciar la carne de la persona amada.
Paz. Paz cristalina y pura como la comprensión de una madre al mirarnos, como la transparencia de la escarcha. La paz que se respira, un día cualquier día, escuchando los pájaros, a mitad de camino, temprano de mañana. La paz que nos recubre, libres de todo fraude y de toda conjura, en las noches de frío, al meternos, rendidos, en la cama. La paz del campesino, del pescador, del juez, del hombre que regresa, contento y satisfecho, tarde tras tarde a casa.
Paz extensa y entera. La paz definitiva para quien no ha dejado de sufrir hasta ahora o quien besa la piedra o adora el viento o legítimamente no cree en nadie ni en nada. Paz para las mujeres, los hombres y cuantos germinan en su vientre. Y paz para los pueblos que no disfrutan nunca, seguros, la placidez del sueño y los pueblos que lamen la escasez permanente. Paz y abundancia. Paz. Paz y consuelo desde ya y hasta siempre. Porque es hora de actuar como humanos, de abandonar la fuerza y la manada. Porque ya no es momento de una obstinación tan animal y fiera. Paz, palabra discordante en una actualidad tan avanzada. Paz. Palabra incompatible con el negocio guerra, con la palabra arma.
(La Nueva España, 30-01-2019)