Leer, comprender que no estamos solos con un libro cerca o un verso en los ojos. Escribir palabras como de peluche; guardar su hermosura en nuestros estuches. Leer mucho y siempre, en alto y en bajo; convertir en dulce lo que sabe amargo. Escribir que un día, sin saber por qué, nos da risa un número o dolor un pez. Leer, caminar los mapas a mano. Y cruzar al Siempre sin andar ni un paso.
Escribir en parques y pintar en muros años de cariño, color de susurros. Leer y olvidar los malos momentos, conquistar sin pausa nuevos universos. Escribir, juntar amores difíciles de una oración simple con un verso príncipe. Leer a las estrellas qué sueñan los humanos y leer a los hombres lo que sueñan los astros. Escribir diccionarios en los largos desiertos y arbustos de gramática sobre todos los pueblos. Leer con claridad lo que viene a la mente, para no hacernos daño ni engañar a la gente. Escribir más salud en cada geografía, con montañas de noche y océanos de vida.
Leer para tapar el dolor y sus grietas con sinónimos líquidos y sabor a belleza. Escribir y brindar por los nombres que amamos, en copas de memoria con litros de vocablos. Leer para advertir que siempre hay un mejor, pero que nunca falta quien se siente peor. Escribir para ser lo que jamás seremos, como cuando jugamos a fabricarnos cielos. Leer y parecer que huimos de mentira, como huye la hierba cuando pasa la brisa. Escribir un candado para la soledad y quemar la escasez en hogueras de mar. Leer y suponer locuras a raudales: que damos vuelta al mundo en besos de pedales. Escribir esperanza en todas las cerezas y que haga cosquillas a todo el que las muerda. Leer para crecer un poco cada día y planear atajos desde la fantasía. Escribir la pobreza, la rabia, el descontento. Que los lleven los trenes que destierran el miedo.
Leer para talar los tallos de las guerras y cabalgar tranquilos en tildes mensajeras. Escribir y ampliar el aire de los pájaros y la discografía del cuco y del milano.
Leer y conseguir que paren los relojes y hacer mucho más cortos castigos y reproches. Escribir para huir del ruido cotidiano y subirse al silencio de los espantapájaros. Leer para saber qué lleva dentro el humo y para confesar qué piensa cada uno. Escribir y quitar la sed y la nostalgia de un juguete querido, de algún ser que nos falta.
Fuente: La Nueva España, 11-08-2022
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